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lunes, 14 de diciembre de 2015
¿Qué hay de viejo, amigo?
(algo de música, acorde con el texto por supuesto)
https://www.youtube.com/watch?v=VFeRTANr_sw
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Buenas noches.
Digo noches porque son las 00:52 y, obviamente, no es que mañana no tenga que madrugar. Es que no tengo sueño.
Que va señoritos y señoritas, desde el poco esfuerzo que se necesita para abrir los ojos hasta el inmensurable que hace falta para no volver a cerrarlos.
Desde frotarse los ojos para decir hola a la nueva realidad a la cual nos enfrentamos tras descubrir que todo había sido un sueño.
Desde que pones el primer pie sobre el cálido parqué o el frío gres, y después el otro.
Desde que te estiras, y tomas conciencia de todo tu entumecido cuerpo a causa de dormir en posición fetal, acurrucado y de cuyo cálido limbo te arrancas cada vez que despiertas.
Desde todo eso ,y aún más, hace falta una razón.
Es una razón que todos tenemos, principalmente para ir al baño y no morir de hambre mientras pasan los días en la casa, en la habitación, en la cama.
Es una razón que te juro que impulsa a un montón de gente, pero nunca a tanta como esas razones prescindibles.
Nosotros, los humanos, no podemos prescindir de lo prescindible.
Hay menos gente en la cama dolido que sufriendo.
Porque, aun dolido, no puedes dejar de sentir hambre, o ganas de ir al baño.
Sin embargo, cuando no poseas necesidades, cuando tu alma este cansada de alertarte sobre el dolor que siente tu cuerpo, y sólo tu inconsciente te guíe por los senderos de la desolación, será cuando realmente estemos prescindiendo de lo imprescindible propiamente dicho.
Ahora necesitas un sentimiento que la comida no puede ofrecerte.
Un alivio que algo físico jamás te dará.
Sea la hora que sea, haya pasado el tiempo que haya pasado, no te entrará sed, no te entrará hambre, no es dolor lo que sientes.
Cuando tu vida se agota y ya no quieres recuperarla, no es dolor lo que sientes.
Si tu familia te abandonó, no es dolor lo que sientes.
Cuando de repente todas tus ansiedades dejan de atormentarte y nada vale nada, no es dolor lo que sientes.
Si decides dejar de escapar ante algo que no te persigue, no es dolor lo que sientes.
¿Nadie me quiere?, te aseguro que no es dolor lo que sientes.
Es un grado de alexitimia que te hará sufrir, pero no sentirás dolor.
Todo ha terminado, ya puedo ponerle nombre a lo que no siento.
Ya puedo ponerle sufrimiento al dolor, pero no al revés.
No puedo.
No soy capaz de entender que sentís cuando todo en lo que creéis se muere, se derrumba, se va.
Se va por donde mismo llegó, con una parte de todos nosotros .
Se va sin decir adiós, ni cuando volverá y aunque todos sabemos cuando será, preguntamos una vez más: ¿volverás?
Se va.
Se va.
Se va.
¿Volverás?
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Después de levantarme, de sonreír sin razón, de saludar a todos los viejos que pasan por la calle e intentar con todo mi ímpetu dejar de pensar, imposible se me vuelve ser racional.
Se me vuelve,
no complicado,
imposible.
No razonar la realidad, no ser capaz de distinguir.
Sentir todo hundido en falsedad y amargura, dulce amargura.
¿Por qué? ¡¿Por qué dulce está la amargura que fui a degustar!?
¿Acaso es el masoquismo irracional lo que me va?
¿Acaso tú, mortal, has sentido tan tremenda paz, al ver a alguien fracasar?
¿Te reiste de los demás?
¿¡Acaso todo el mundo desea la desgracia ajena, sin más!?
Esto es en lo que me habéis convertido, asquerosos humanos del siglo de turno.
Cuando mi alma me dice que sois la peor parte del universo que me ha tocado vislumbrar, con estúpidas palabras de amor la intento calmar.
Pero no basta.
Nunca basta.
Siempre quiere más y más y más.
Siempre de odio sedienta está.
Nunca complacerla lograré,
a mi alma,
¡qué desdén!
Anestesiada una vez más en el salón,
pero nadie me ve.
No os lamentéis,
pues triste no es.
Triste es el hambre,
que pasan los hombres.
Triste que mata,
que corrompe.
Pero una chica desolada en su salón,
que goza de la indiferencia que amor algún día le dió.
Triste no es sino delicado y turbio a la vez.
Alguien que escuche mi llamada de socorro, será echado por mi.
Alguien que escuche mi llamada de socorro, sera amado por mi,
Nunca la una sin la otra.
Tenlo claro porque jamás os dejaré entrar.
Tenlo claro, pues jamás querré veros marchar.
Si alguien un ápice de mi entiende, o de sí mismo quizá.
Podrá entrar en mi laberinto,
encontrarme
y escapar.
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