Lamentando está mi mente mientras la meten lametazos.
A la mitad del mentolado me he enterado de que me ha disgustado.
Ya una vez degustado.
Pero no me canso.
Clamo al amo hasta que vamos a la montaña.
Mis lentes entran en relente.
Mi alma teme por lo que siento y triste pienso: estoy demente.
A la mitad del mentolado me he enterado de que me ha disgustado.
Ya una vez degustado.
Pero no me canso.
Clamo al amo hasta que vamos a la montaña.
Mis lentes entran en relente.
Mi alma teme por lo que siento y triste pienso: estoy demente.
Hasta que más tarde llega mañana y, con ella, el cristal se empaña y la doncella se vuelve de hojalata.
Hasta que brilla más la oscura, y más me mata.
Que me cura y, de cada hueco, supura esperanza.
Que no avanza, sino pausa el recorrido de tu mano en mi espalda y te abalanzas.
Cuando freno, mis pies fríos.
Me detengo y ellos tiemblan al verte.
Hasta que brilla más la oscura, y más me mata.
Que me cura y, de cada hueco, supura esperanza.
Que no avanza, sino pausa el recorrido de tu mano en mi espalda y te abalanzas.
Cuando freno, mis pies fríos.
Me detengo y ellos tiemblan al verte.
Pero sigo y piso más fuerte.
Eran las olas.
Era la luz.
Eran tus ojos.
Eras tú.
Era la luz.
Eran tus ojos.
Eras tú.
Dulce asesinato de amor, dedicado a quienes aman afónicos, sin voz .
Precioso. Pero nada más bonito que desvivir y morir por algo que te de verdad te gusta. Bien blog. Sigue así
ResponderEliminarme dejas sin palabras ;)
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